viernes, 14 de junio de 2013

Del amor y otros demonios

Dicen que el primer amor no se olvida, pero yo, después de reconstruirme tras la devastación que me supuso la primera mujer de la que me enamoré, a quién no olvido es a la segunda. En mi caso, no puedo olvidar al segundo amor.

La primera mujer de la que me enamoré acabó con la persona que fui y ahora, aquél recuerdo ni me duele ni me remueve ni nada. Simplemente, no existe nada de aquella persona.

Y eso no quita que, probablemente, si me la encontrase y ella quisiera un encuentro, yo accedería. Al fin y al cabo, los asuntos pendientes, siempre hacen que quede algo latente. Lo haría, sí. Porque me lo debe. ¿Pero amor? No, ahí no habría nada de amor.

Ahora que hablo, después de mucho tiempo, de la primera mujer de la que me enamoré, creo que me debo un análisis acerca de aquella historia. Cuando la haga, aquí la soltaré. Al fin y al cabo, esto no deja de ser un vomitorio para mí.

La segunda mujer de la que me enamoré me dijo aquéllo de: "Si quieres a alguien le dejarás marchar, si vuelve es tuyo, si no, es que nunca lo fue". La dejé ir. ¡Qué remedio si ella se soltó de mi mano! Y nunca volvió.
No sé por qué me niego tanto a creer que nunca me quiso, ni porque este empeño en quererla sin ton ni son.

Pero bueno, supongo que se puede vivir sin tener todas las respuestas.

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