martes, 18 de junio de 2013

De aquellas tormentas, estos lodos

A veces se me agarra la pena al corazón, o al estómago, que es donde yo tengo el mío, como si fuera chapapote. Y me sacudo y me sacudo, pero ahí sigue pegada como si fuera loctite.

Me pregunto si la mayor huella que dejó en mí la segunda mujer de la que me enamoré fue esta incapacidad para ser feliz que de tanto en tanto me acongoja.

Yo, que siempre me consideré feliz, sufro de ataques de angustia vital que enmarañan mi circuitos neuronales y enturbian mi mirada.

Mi mirada se ha vuelto turbia, cuando siempre fue clara y franca. 
Y si los ojos son el espejo del alma... ¡apañada voy!

Busco desenmarañador profesional.

1 comentario:

candela dijo...

¡Al final todo nos hace más fuertes!

;)